domingo, 31 de enero de 2010

La chica que creció al borde del mar(1)


Irene caminaba por el paseo que iba hacia la playa. En el fondo se recortaba el pequeño pueblo de casitas blancas donde había crecido. Una vez pisó la arena comenzó a correr para que el viento se llevara de su cara las lágrimas que habían empezado a deslizarse por su mejilla. Era primavera y aunque no hacía frío, corría una brisa húmeda que subía de las olas que morían a sus pies.
-Aléjate de mí, no me hables , no me saludes, ni siquiera me mires, ólvidate de mí, como si no me hubieras conocido nunca, no existo, me oyes, olvídame- esas habían sido las últimas palabras pronunciadas por Pablo.Las dijo de corrido, sin apenas respirar, con una rabia contenida que le dio miedo porque iba acompañada de una saliva espesa que surgía de las comisuras de sus labios mientras la cara se le enrojecía de ira y una vena hinchada le cruzaba el cuello.
Irene lo miraba desconcertada, paralizada, un sentimiento de terror le agarró el pecho y sintió como le temblaban las piernas, estuvo a punto de ceder al nudo en la garganta que le impedía hablar, y casi que a duras penas contuvo las lágrimas, pero no lloró.Se dio lmedia vuelta y salió caminando, como si nada, calle empedrada abajo con dirección al paseo, sin darse la vuelta y sin apresurar el paso.
Ahora delante del azul del mar y con la brisa en la cara dio rienda suelta a toda su rabia y su tristeza y lloró, y lloró hasta que sintió que se le reventaban los ojos.

Continuará...

domingo, 24 de enero de 2010

El dentista desalmado


Juan era su primer paciente. Desde que salió del sanatorio Saint Germain le costaba ganarse la confianza del barrio.Le dolían las manos de tenerlas atadas a la espalda, es lo que tienen esas malditas camisas de fuerza.Le miró a través de sus gafas de culo de botella.
-Siéntese, don Juan- le dijo riéndose nerviosamente.
-Gracias Doctor, hágame algo en esta muela, estoy que me muero de dolor.
-No se preocupe caballero, eso está hecho.
Se dio la vuelta y se acercó a Juan, llevaba el fórceps en la mano.
-Bueno doctor, me fío de usted, no me haga daño eh?
-No hombre no, tranquilo, túmbese y relájese.
-Pero Doctor, primero no me pone anestesia?
-¿Anestesia?, que va, ya eso no se usa, tiene muchos riesgos, será solo un momento.
Le agarró de la pechera, Juan se resistía y berreaba como un poseído, tuvo que ponerle la pierna encima para conseguir inmovilizarlo.
-Vamos hombre, no sea chiquillo, no me grite tanto-jajajajajajajaj- se reía a carcajadas.
-Noooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

El perro de Goma



Érase una vez..érase una vez un perro, un perro con una pata de goma...se rascó y se borró.